Días que conmovieron al mundo. La fundación del Partido Comunista de Uruguay. Prof. Evana Alfonso*

“Parecía que sólo hacía falta una señal para que los pueblos se levantaran a sustituir el capitalismo por el socialismo, transformando los sufrimientos sin sentido de la guerra mundial en un acontecimiento de carácter más positivo: los dolores y convulsiones intensos del nacimiento de un nuevo mundo. 

Fue la revolución rusa -o, más exactamente, la revolución bolchevique- de octubre de 1917 la que lanzó esa señal al mundo, convirtiéndose así en un acontecimiento tan crucial para la historia de este siglo como lo fuera la revolución francesa de 1789 para el devenir del siglo XIX”

Hobsbawm, Eric (1996). Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, p. 63.


La Revolución de 1917 originó los movimientos revolucionarios más trascendentes que ha conocido la historia moderna. Según el historiador británico Eric Hobsbawm, su propagación en el mundo es comparable a la del Islam en su primer siglo de existencia. Fue un hecho ecuménico más que nacional y tuvo como fin realizar la revolución proletaria mundial (más que consolidar la libertad y el socialismo en Rusia. Véase Hobsbawm, Eric, Op. Cit., p. 63-64.).

Debido a las características que iba tomando el proceso revolucionario en Rusia y otras partes de Europa, en 1919 los bolcheviques decidieron la conformación de una III Internacional, conocida como la Internacional Comunista. (La Asociación Internacional de Trabajadores desarrolló sus actividades en Londres entre 1864 y 1872. En ella tuvieron activa participación Marx y Engels. Fue el primer intento de organización revolucionaria internacional del movimiento obrero. La II Internacional fue constituida en Paris y tuvo vida entre 1889 y 1914. Contó con la participación directa de Engels y contribuyó a la divulgación de las ideas marxistas, al desarrollo del movimiento obrero de masas y al fortalecimiento y crecimiento de los partidos socialistas. Finalmente, la III Internacional agrupó a los partidos comunistas del mundo entre 1919 y 1941, cuando fue disuelta por decisión de Stalin.) Su nacimiento significó la creación de un Estado Mayor político-ideológico del movimiento revolucionario del proletariado. Los lineamientos doctrinarios y de funcionamiento que deberían adoptar las organizaciones que la compondrían fueron sintetizados en un documento crucial para la construcción del movimiento comunista internacional: las “21 Condiciones de ingreso a la III Internacional” o “21 Condiciones de Lenin”, verdadera recopilación de los principales aportes teóricos surgidos en los dos primeros congresos de la Internacional Comunista (el de su fundación en 1919 y su profundización conceptual en 1920).

Desde el diario Justicia, órgano de prensa del Partido Socialista uruguayo (Fue editado desde el 2 de setiembre de 1919 hasta el 29 de junio de 1956, cuando cambió su nombre por El Popular. Asimismo, el último ejemplar como diario del Partido Socialista fue del 18 de abril de 1921 para pasar a ser vocero del Partido Comunista de Uruguay a partir del 25 de abril del mismo año.) , se afirmó que la III Internacional Comunista 

se propone luchar con las armas en las manos por el aniquilamiento de la burguesía internacional y ‘por la creación de la República soviética internacional’, como forma del Estado transitorio hasta el completo aniquilamiento del mismo (...) La Internacional Comunista rompe con la tradición de la Segunda Internacional, ‘para la que no existen hombres sino de cutis blanco’ (...) En las filas de la Internacional Comunista se reúnen fraternalmente hombres blancos, amarillos y negros: los trabajadores del mundo entero.(Justicia, 10 de setiembre de 1920, p. 2) 


La III Internacional: “internacionalistas” y “reconstructores” 


Uruguay, como el resto de los países del mundo, sintió el impacto de la Revolución Rusa de 1917. Constituyó la nueva esperanza de cambio social para la izquierda y la clase obrera (radicalizadas por la coyuntura de desocupación y violencia del momento), y marcó divisiones dentro del socialismo y el anarquismo. 

Nuestro país, como parte de la periferia capitalista, llegó a 1920-1921 padeciendo las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. El retraimiento en la producción nacional (y por ende el descenso en las exportaciones) y la crisis económica impactó en buena parte de la sociedad.(Nahum, Benjamín (1996). Manual de Historia del Uruguay 1903-1990, Tomo II, Montevideo, EBO, p. 106.) En la clase trabajadora, en particular, se tradujo con despidos masivos y rebajas salariales en ramas como la industria y el comercio. La prioridad era abastecer a Europa de carne y lana para los ejércitos. 

En este marco la conflictividad social y laboral creció sensiblemente, el número de huelgas durante el año 1920 fue casi el doble que las producidas en el primer sexenio de la década de 1910, en tanto que en 1921 hubo un 141% más de huelgas que en el mismo período. Es de tener en cuenta que en Montevideo existían hacia 1913 un total de 28.498 obreros industriales, y que la cantidad de huelguistas era de 2403. En 1921-1922, la cantidad puede estimarse en 43.623 obreros industriales para todo el país. El año en que se dio el mayor porcentaje de trabajadores en huelga del período fue en 1919 con el 50.27% y le siguió 1920 con el 44.06%.(López D’Alesandro, Fernando (1992). Historia de la izquierda uruguaya. La fundación del Partido Comunista y la división del Anarquismo (1919-1923), Vintén, Montevideo, p. 19-20.) 

Asimismo, a nivel político los sectores conservadores de los partidos tradicionales habían ido ganando mayor influencia, logrando imponer ciertos frenos a la política reformista del batllismo. 

En 1919 el Partido Socialista contaba con dos bancas en la Cámara de Representantes (Emilio Frugoni y Celestino Mibelli), un cargo en el Consejo Municipal (Alfredo Caramella) y cinco en la Asamblea Representativa de Montevideo (Julio Nin y Silva, Julio Arizaga, Juan Carlos Russo, Francisco Pintos, José Coelho de Oliveira y Líber Troitiño). 

Producidos los acontecimientos que dieron origen a la Revolución Rusa, surgió una progresiva diferenciación de posturas a la interna de los partidos socialistas del mundo, que se tradujo en un inevitable quiebre interno. Uruguay no escapó a esta situación. Por un lado se encontraban los “internacionalistas”, que apoyaban incondicionalmente a la Revolución Rusa y proponían adherir a la Internacional Comunista, y por otro los “reconstructores”, que también la apoyaban pero con una mirada crítica del proceso y proponían reconstruir una sola Internacional Socialista. 

A partir de 1920 empezaron a darse los primeros debates por fuera de la orgánica, y el Comité Ejecutivo del Partido Socialista, visualizando esta situación, resolvió en mayo convocar un congreso para setiembre donde se discutiría la adhesión a la III Internacional. 


Para los “internacionalistas”, entre los que se destacaron Eugenio Gómez y Celestino Mibelli, la Internacional Comunista reflejaba al sector consecuente del movimiento obrero mundial. Pregonaban el carácter burgués de la Segunda Internacional y entendían que ésta había llegado a su fin. Las premisas básicas para éstos eran la revolución, la pureza ideológica, la dictadura proletaria y el antiparlamentarismo. Los contenidos de la Segunda Internacional estaban agotados y era necesario adoptar nuevas formas de lucha. El cambio social sólo se daría violentamente, implantando la dictadura del proletariado. La clase obrera y su partido tenían que prepararse para ello. Al respecto Julia Arévalo afirmaba que: “no cabe duda de que la 2º Internacional, en su carácter de burguesa, no puede merecer la adhesión de aquellos que encarnan el ideal de redención social sin cortapisas de ningún género, de aquellos que saben ser íntegros, sin vacilaciones”.(Justicia, 14 de agosto de 1920, p. 2.) 

Los “reconstructores”, liderados por Emilio Frugoni y Líber Troitiño, adherían a las tesis de la Unión de Viena (o Internacional Dos y Media) [Fundada en 1921 y disuelta en 1923 -para fusionarse con la Segunda Internacional-, ésta aglutinó a los Partidos Socialistas que buscaron una vía intermedia entre la S. I. y la Internacional Comunista]. Para éstos era un error creer que sólo había una vía para la llegada del socialismo en todos los países, pues no se tenían en cuenta las condiciones económicas y políticas diferentes. Este grupo consideraba que no se podía imponer una táctica revolucionaria del tipo ruso todos los estados, ya que el método que fue eficaz en Rusia podía no serlo en otros territorios. 

Para Emilio Frugoni, el Partido Socialista debía mantenerse “fuera de las Internacionales, pronto a prestar su concurso a toda fórmula viable de reintegración de una Internacional amplia, sumándose a las fuerzas de unificación y no a las de divisionismo”.(Justicia, 27 de julio de 1920, p. 1.) Los métodos de lucha para éstos no fueron considerados por todos de la misma manera. Así, algunos creían que el uso de la violencia era negativo y otros que, dependiendo de las circunstancias, podía ser empleada. En lo que respecta al parlamentarismo, Frugoni consideraba que era una herramienta útil para determinados logros y por ende no apoyaba el antiparlamentarismo. 

Al calor del debate de la época, en aumento entre mayo y setiembre de 1920, se llegó al VIII Congreso Ordinario del Partido Socialista el 20 de setiembre. En un clima tenso, luego de meses de polémicas y de extensos editoriales en Justicia sobre qué hacer frente a la nueva Internacional, el momento tan ansiado por algunos había llegado. Los “internacionalistas” estaban radicalizados, y los “reconstructores” trataban de captar a aquellos que fueran partidarios de una salida no “tan radical”. 

Los “reconstructores” alegaban, además de todos sus argumentos para no aceptar la III Internacional, el poco conocimiento que de la misma existía. Pedían más tiempo con el fin de obtener información que les permitiera conocer con exactitud las orientaciones de Moscú (las cuales manejaban con un criterio cauteloso). Los “internacionalistas”, por el contrario, sentían que la revolución llegaría en cualquier momento y que era prioritario tomar una postura. Los tiempos que corrían hacían necesaria la adopción de un conjunto de medidas que garantizaran un Partido sólido, disciplinado y depurado de los dejos reformistas. 

Los rumores de ruptura fueron cada vez más intensos y los “reconstructores” los temieron. Los “internacionalistas” no se conmovieron por esa posibilidad ni tampoco pareció afectarles la desafiliación de algunos de sus miembros. 

La votación se efectuó el martes 21 de setiembre y triunfó la moción a favor de ingresar a la Internacional Comunista con 1297 votos. Hubo 175 en contra y 275 abstenciones. 


Las 21 condiciones: el Partido Comunista de Uruguay


El Partido no se dividió aquí, el conjunto de los socialistas decidió ingresar a la Internacional Comunista unido pero con una hegemonía total de los Internacionalistas. El nuevo Comité Ejecutivo contó con 9 miembros de los cuales sólo 2 eran Reconstructores (Emilio Frugoni y Juan C. Russo), los demás eran Julia Arévalo, Eugenio Gómez, Celestino Mibelli, Felipe Sanz, Luis Rodríguez Sarraillé, Francisco Pintos y Martín Simone. 

Este nuevo Ejecutivo le imprimió al Partido un tono radical, el cual provocó grandes confrontaciones entre ambas partes. Las mismas se vieron agudizadas con la aparición de las 21 condiciones provocando la ruptura inevitable de abril de 1921.

Estas condiciones de Lenin, para los “reconstructores” extremadamente rígidas, y para los “internacionalistas” depuradoras, provocaron la división del socialismo uruguayo. La búsqueda, por parte de los adherentes a la Internacional Comunista, de una “integridad revolucionaria” por miedo a lo que ellos consideraban “reformismo socialista” llevó a la expulsión de varios dirigentes. 

Las 21 condiciones fueron conocidas en Montevideo el 8 de octubre de 1920 y enfrentaron “dos proyectos de partido, dos tácticas, dos concepciones de sociedad y dos modalidades de comprender la revolución.”(López D’Alesandro, Fernando, Op. Cit., p. 218.) El 21 de febrero de 1921 el Comité Ejecutivo resolvió convocar a un VI Congreso Extraordinario entre los días 16 y 19 de abril para decidir sobre su aceptación. Este hecho no hizo otra cosa que reavivar debates anteriores, y las posiciones ya existentes se mantuvieron en la misma línea. Los “reconstructores” no creían correcto aceptar normas de acción y orientaciones de partido provenientes de Rusia. Los “internacionalistas”, con su propuesta radical revolucionaria, convencidos de que las 21 condiciones eran un elemento depurador dentro de las filas revolucionarias, afirmaban que la línea sería construida por ellos mismos teniendo como base a la realidad uruguaya, sin que Moscú impusiera sus normas; el programa debía ser comunista. 

Reaparecieron temas antes debatidos: el uso de la violencia, reformismo, parlamentarismo, etc. Según el historiador López D’Alesandro, existieron algunos aspectos de las 21 condiciones que fueron especialmente debatidos (Ibíd., p. 186-189.). 

En primer lugar, con respecto a la organización de un aparato clandestino paralelo al legal, quienes adherían a la Internacional Comunista lo veían como algo natural, ya que el partido era esencialmente ilegal porque preconizaba la revolución y la dictadura del proletariado, mientras que los “reconstructores” lo consideraban ridículo y peligroso, argumentando que las masas obreras no tenían la capacidad de organizarse clandestinamente para la lucha armada. Relacionado con este aspecto también se encontraba el problema de la propaganda en filas del ejército, los partidarios de la Internacional Comunista creían que los “proletarios del cuartel” eran los únicos capaces de neutralizar al militarismo burgués, y los “reconstructores” veían imposible organizar grupos comunistas en las fuerzas armadas.

Por otra parte, se planteaban serias discusiones acerca del relacionamiento con Moscú, mientras que los adherentes a la Internacional Comunista entendían que aceptar la propuesta rusa no significaba que la línea viniera directamente desde Moscú, sino que ésta se adaptaría a la realidad de cada país, los “reconstructores” afirmaban que el partido se regiría por el mismo accionar que en la Rusia soviética.

La adopción del nombre Partido Comunista del Uruguay (sección de la III Internacional Comunista) también fue un arduo tema de discusión. Los “internacionalistas” lo veían como un cambio menor que obedecía a una cuestión política y de claridad internacional, mientras que los “reconstructores” opinaban que el cambio se debía producir en los países donde los partidos no eran realmente socialistas. 

Finalmente surgía la pregunta de qué hacer con los discrepantes, he aquí un punto crucial. Hasta este momento el partido había seguido unido, incluso Frugoni continuaba siendo, luego del VIII Congreso, dirigente y director de Justicia, pero los “internacionalistas” creían que todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con las 21 condiciones debían irse del partido. 

En las noches del 16 al 19 de abril de 1921 se aceptaron las 21 condiciones, finalizando así con el proceso de fundación del Partido Comunista del Uruguay que se había iniciado meses atrás con la adhesión a la III Internacional. Existieron dos mociones: la ratificación de la adhesión a la Internacional Comunista (1007 votos) y la de aceptar las condiciones pero con reservas (110 votos). El Comité Ejecutivo provisorio del Partido Comunista estaba integrado por Eugenio Gómez, Luis Rodríguez Sarraillé, Martínez Catalina, Martín Simone, José Calatayud, Máximo Lamas, Devoto, Cáceres y Longino Goñi. 

A mediados de julio de 1922 el Partido Comunista de Uruguay fue finalmente aceptado en la III Internacional.


A modo de cierre 


Debemos estar satisfechos de nuestra depuración. La discusión de la tesis y las 21 condiciones de la 3.a Internacional y los dos congresos últimos del Partido, constituyen la piedra de toque para las ideas. La conclusión ha sido clara para todos. Dentro del Partido había hombres que no apreciaban del mismo modo cuestiones fundamentales, respecto de las cuales era necesario el acuerdo. (...) Las 21 condiciones, como la corriente eléctrica que atraviesa una solución metálica, polarizaron a nuestros elementos, constriñéndolos a definirse. Lo semejante con lo semejante. Y cada uno por su lado. Ha sido un terrible sacrificio, pero era necesario. Y hemos llegado hasta el fin. No hemos querido interesarnos sino por las ideas, para que ninguna otra preocupación nos desviase del recto camino. Ya que era inevitable la mutilación para contener la gangrena, nos hemos mutilado son compasión, para que nuestra curación fuese radical. No quedan con nosotros, y no permitiremos que vengan con nosotros, sino los elementos real y sinceramente revolucionarios. Para defendernos tenemos una táctica clara y definida y 21 condiciones intergiversables [sic]. (...) Los metafísicos del socialismo que escriben artículos batllistas pasados por agua, los filósofos que esperan todo de la democracia burguesa, los reformistas que, como el perro doméstico, están debajo de la mesa del patrón a la espera de las sobras, los que se dicen revolucionarios y, al mismo tiempo, rompen la punta de su espada de gladiadores en el escudo burgués de las reformas (...). Frente a ellos están los comunistas, con ideas claras y propósitos definidos. Ya no tendremos a nuestro lado a compañeros que nos desmoralizaban con sus vacilaciones y reticencias. Fuertes en nuestro ideal, que no desinflamaremos, como el aeronauta, para tomar tierra en el oportunismo, decididos a organizar al pueblo proletario para la acción decisiva; entrando a todas partes como un fermento vital y no como el agua sedante, pondremos en todos los espíritus que necesitan, por moralidad o interés, su emancipación, la llama roja de nuestra rebeldía y el recio esfuerzo de nuestra acción.(Justicia, 5 de mayo de 1921, p. 1.)


Para la tendencia internacionalista, eran tiempos en que se hacía real un mundo en donde la clase trabajadora tomaría el poder e implantaría un modelo alternativo al capitalista, por lo tanto consideraban que se debían tomar “cuanto antes” las decisiones pertinentes que consolidaran ese poder. El requisito indispensable era la adhesión incondicional a la Revolución Rusa y la conformación de una organización que lograra nuclear a todos los obreros del mundo. 

La fundación del Partido Comunista del Uruguay está intrínsecamente vinculada a esta toma de decisiones. Los “internacionalistas” apostaban a la sobrevivencia de un modelo político, económico y social que en su concepción aseguraría la sobrevivencia de toda la humanidad. 

Para el sector de los “reconstructores”, en cambio, estas decisiones tenían que ser tomadas “con más calma”. En sus argumentos de “falta de información” o “poco tiempo” para resolver la situación creada por la III Internacional y luego las 21 Condiciones de Lenin, es posible ver su negativa a integrarse a una organización proletaria mundial con éstas características. La no aceptación de líneas provenientes de Moscú pasó a ser el eje de discusión. En definitiva, para éstos también estaba en juego la sobrevivencia de un modelo y el mismo radicaba en una actitud cautelosa e independiente de un poder central. 

Los “reconstructores” apostaban a un reformismo democrático y al parlamento como ámbito para obtener esas reformas que beneficiarían a la clase trabajadora. Idea que chocará con el radicalismo Internacionalista pautado por las 21 condiciones.

*Profesora de Historia (IPA)

Bibliografía

  • Caetano, Gerardo (1993). La república conservadora 1916-1929, Tomo II, Montevideo, Fin de Siglo.
  • Cole, G. D. H. (1958). Historia del pensamiento socialista. II. Marxismo y Anarquismo. 1850-1890”, México, FCE.
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  • Hobsbawm, Eric (1996). Historia del siglo lXX, Barcelona, Crítica
  • López D’Alesandro, Fernando (1992). Historia de la izquierda uruguaya. La fundación del Partido Comunista y la división del Anarquismo (1919-1923), Vintén, Montevideo.
  • Nahum, Benjamín (1986). La época batllista 1905-1929, Historia uruguaya, Tomo 6, Montevideo, EBO.                         
  •                                       (1996). Manual de Historia del Uruguay 1903-1990, Tomo II, Montevideo, EBO,
  • Pintos, Francisco R., Historia del Movimiento Obrero del Uruguay, Montevideo, Suplemento de “Gaceta de Cultura”.

Fuentes

Justicia                                                

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