"Pero ¿es que el artiguismo había desaparecido? El que no se haya expresado en la documentación de 1825 de ninguna manera certifica que el artiguismo hubiese muerto el día que Artigas se internó en el Paraguay en 1820. En historia hay que aguzar mucho el oído para percibir la voz de los humildes; ellos no dejan casi testimonios escritos pues hasta en eso los sectores privilegiados lo son, en su presente y en su capacidad de modelar la imagen que la posteridad tendrá del pasado”.
Barrán, J.P. (1996). Del culto a la traición, en Pita, Fernando (comp). Las brechas en la historia. Tomo 2. Montevideo: Brecha.
En los últimos tiempos se ha producido un viraje en la investigación histórica como resultado de la preocupación por superar las limitaciones de la tradicional interpretación historiográfica, marcadamente lineal y elitista. Este giro ha venido de la mano con la reconceptualización de la noción de sujeto histórico, la historia ya no es únicamente la de los “grandes hombres” que detentan el poder, ni tampoco únicamente la de los choques militares. Actualmente se incorporan otras esferas y se reconocen actores históricos, individuales o colectivos con múltiples identidades. Ya no solamente existe preocupación por organizar una sucesión de acontecimientos o describir con detalle un contexto, actualmente se indaga sobre las exclusiones sociales, los estigmas culturales y se interrogan los vacíos y silencios en los procesos de construcción de las identidades nacionales o locales.
Este cambio en la perspectiva de análisis ha sido crucial para el ascenso de la Historia Local, una práctica de larga data en diferentes lugares del mundo, que aborda el estudio del pasado de los hombres en sociedad, a partir de una delimitación que involucra el tiempo y el espacio, en ritmos, continuidades, interrelaciones y vinculaciones de las estructuras, coyunturas y acontecimientos, en un nivel micro. Conlleva el análisis de lo que no se ve a simple vista, la “forma de ser” de las mujeres y hombres del pasado que ya no puede seguir abordándose de la forma homogeneizada o generalizada como tienden las identidades nacionales o regionales.
Los comedores de papas. Van Gogh, 1885
Para Marc Bloch “la práctica de una ciencia que se limitara a evidenciar que todo sucede siempre tal como se esperaba no serviría para gran cosa ni sería divertida” y “el conocimiento del pasado es algo que está en invariable progreso”, es abierto y provisorio. (Bloch, Marc (2015). Introducción a la Historia. Barcelona: Olmak Trade, p. 98.). El reducir la escala de observación posibilita una más ajustada caracterización de los diversos grupos sociales y su conflictiva trama de redes sociales, permitiendo buscar en contextos locales nuevos modelos explicativos que aporten al razonamiento histórico, que respondan a las nuevas preguntas, a los nuevos problemas que nos empujan, que ubiquen los acontecimientos generales que tenemos por ciertos, confirmándolos o refutándolos. La historia es el dominio de la razón humana, comprender y explicar, no el de los dogmas y las verdades reveladas. Una buena comparación crítica, que interpenetre experiencias y entremezcle contextos, permite este razonamiento. Se puede satisfacer utilizando muchas herramientas dispares, comparando fuentes, aproximando testimonios de distinta naturaleza y de iguales y/o de distintas escalas espaciales.
Se debe tener presente que el proyecto del colectivo singular es con otros colectivos singulares con problemáticas comunes, de los cuales se diferencia, así como también participa en la diversidad. Por lo tanto, desde esta escala espacial, también se aporta a otras escalas de hacer Historia, ya que al avanzar la magnitud se incrementa la generalización, y, por tanto, la particularidad del colectivo singular se diluye hasta producirse las Historias Universales como síntesis. A su vez lo singular, el análisis de una sociedad local, sólo se puede explicar desde lo general, en el marco del contexto nacional, regional y mundial, es una específica expresión de lo global. Jablonka ((2016). La Historia es una literatura contemporánea. Buenos Aires: FCE, p. 179.) lo plantea de esta forma:
las ciencias sociales se esfuerzan por inscribir al individuo en las estructuras de su tiempo, los medios a los cuales pertenece o que atraviesa, los determinismos que lo limitan y de los que a veces logra liberarse, su campo de posibilidades. Un hecho solo no existe, una vida solo es inteligible si están ligados a los otros, inmersos en la corriente de su tiempo. Si no, aislados, pierden toda significación, se acartonan balo la forma de anécdotas y mueren únicos petrificados en lo que no es verdadero ni falso.
Lo local es lo que da sitio, lo que sitúa a una persona o a un grupo humano, es en sí un proceso de construcción y cambio permanente, un gestarse histórico social con manifestaciones de construcción de prácticas económicas, políticas y culturales. En ese espacio físico confluyen redes de actividades y contactos humanos, “fenómenos considerables” que muchas veces son de mayores consecuencias y más capaces de modificar la vida próxima que todos los acontecimientos políticos, pero que la historia tradicional ha ignorado. Acontecimientos locales reproducen en miniatura el movimiento de la Historia y revelan estructuras de significación que ayudan a comprender lo que hacen las personas, transformándose en un instrumento relevante para comprender, explicar y demostrar, para producir conocimiento.
La trayectoria de una comunidad se cumple dentro de un espacio físico que ha elegido o heredado, y que, por lo mismo, compromete sentimientos muy íntimos de pertenencia y permanencia dentro de un marco con el cual se encuentra identificado. Las vivencias en común implican el surgimiento de nuevas identidades y pertenencias fruto de esa experiencia histórica. Al ser el conocimiento del pasado necesariamente “indirecto”, y los humildes no dejar casi testimonios escritos, no es sencilla la tarea para quienes pretendemos, al decir de Barrán, “percibir la voz de los humildes” (Barrán, José Pedro. (1996). “Del culto a la traición”, en Pita, Fernando (comp). Las brechas en la historia. Tomo 2. Montevideo: Brecha, p. 26.). Podemos interrogar a los testimonios existentes desde otro ángulo, darles a los documentos otra dirección, pero para “comprender” y producir razonamiento histórico, la labor nos obliga seguramente a reunir nuevos materiales, a buscar nuevas huellas puestas por el pasado, en su mayoría testimonios no voluntarios. Este abordaje implica que una buena parte de las fuentes sean de tipo oral, las que le confieren un contenido afectivo de gran valor (tanto en lo que se relata como en lo que se omite) por ser precisamente la experiencia subjetiva de sus habitantes y muestra la “realidad sentida”, la atmósfera social particular. Se ayuda a descifrar el mundo que hemos heredado, las acciones de los hombres, a comprender la organización de los hechos, la mecánica de lo social, a encontrar los porqué y los cómo, y a formular enunciados dotados de una mayor solidez y pertinencia explicativa.
La prensa del Partido Comunista de Uruguay (PCU) – primero el diario Justicia, hasta fines de 1956, y luego El Popular, desde 1957 (aunque este último no era definido como órgano oficial del PCU) – siempre estuvo a plena disposición de los sindicatos obreros y sus reclamos, sus luchas y sus problemas, y en ellos podía reflejarse e identificarse los trabajadores de una empresa en conflicto, un gremio en lucha por determinado aumento salarial en contra de despidos, sanciones, incumplimiento de laudos u otras arbitrariedades, tanto aquellas que afectaban a decenas de miles de trabajadores como las más específicas y puntuales. Por supuesto que, en la prensa comunista, como en la prensa de otros sectores del movimiento popular, existen pistas para “percibir la voz de los humildes” y comprenderla, pero estas son insuficientes, parciales y reflejan tanto las prioridades de las líneas ideológicas como los intereses informativos de distintos grupos de lectores a los que se dirigían. Si bien El Popular siempre persistió en el intento de adecuarse a la conciencia social de los sectores populares montevideanos, su intención fue acortar distancias con la conciencia, los hábitos, las sensibilidades y la psicología de los sectores populares sobre los que pretendía influir, entre quienes se pretendía enraizar y desarrollar el Partido.
“Los humildes”, a los que refiere Barrán, es un sector mucho más amplio y más diverso, y la Historia Local, es una herramienta válida y muy útil para “aguzar el oído” buscando nuevos elementos que apunten a reconstruir la memoria histórica, la diversidad de intereses y objetivos de los grupos e individuos, la experiencia y participación política y social de esos sectores populares; para colocar en el centro del relato a quienes históricamente han sido vulnerados y explotados por los grupos de poder y por lo tanto menospreciados, relegados e invisibilizados por el relato tradicional. En definitiva, una herramienta que nos ayude a actuar en el presente, a mostrar lo que nadie ve al hacer oír a aquellos a quienes nadie escucha, y principalmente a dotar a los más infelices con “capacidad de modelar la imagen que la posteridad tendrá del pasado”.
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*Profesor de Historia (IPA)
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Bibliografía