Ser mujer, ser isla. Un abordaje posible a "Soy isla. Una mujer caminando la Tierra del Fuego", de Perla Bollo. Prof. Luana Varela

Soy isla. Una mujer caminando la Tierra del Fuego. de Perla Bollo fue publicado en el año 2018, producto de un viaje realizado por la autora. En su breve pero intensa narración, enumera y describe diferentes paisajes de Tierra del Fuego que, atravesados por las múltiples peripecias que implica ser una mujer que recorre en soledad, se presentan tanto revitalizantes como profundamente hostiles, conservándose siempre en ambos casos la idea subyacente de que la majestuosidad del territorio en sus vastos y diversos escenarios precede, supera y domina cualquier interacción posible con el ser humano en su afán civilizatorio y homogeneizador. Ya en la nota inicial, se enfatiza al respecto del carácter agresivo de la naturaleza, que carga con el gen de una dualidad: es tanto perjudicial como beneficiosa. El primero de estos términos es, desde la perspectiva de la descripción esbozada en el texto, vinculable a lo físico, al impacto del clima arduo, variable, tempestuoso, en constante confrontación con un cuerpo que habitó y se amoldó a la urbanidad; el segundo, sin embargo, se asocia a un intangible: habitar la naturaleza como acto de emancipación que parte desde el singular, pero que se amplía al plural.

El motor primario que lleva a Perla a emprender su viaje por Tierra del fuego es explicitado siempre: existe un deseo por retornar a un espacio geográfico que conocía por un viaje previo, por placer y gusto personales, vinculados también al recuerdo de una infancia libre entre árboles y caballos – lo que carga de emotividad al texto –. Pero principalmente, como tópico que se reitera, para combatir y desafiar al “gen gregario, aspecto que transforma al relato descriptivo otorgándole más de una razón de ser: no es exclusivamente un racconto de experiencias vividas, sino que contiene una tesis extraída de hechos empíricos, que invitan a reflexionar al respecto de la tendencia del ser humano a agruparse en masa, problematizando la necesidad de pertenecer y ser parte de algo construido por y para el hombre. Así plantea que “La lucha contra lo que llamo el “gen gregario”, es una lucha voluntaria, benevolente, serena, alegre, que logra despertar diferentes sensaciones en los desolados paisajes de Tierra del Fuego. Su finalidad es sin duda a través del aislamiento y el alejamiento de las zonas pobladas, receptar abiertamente las experiencias, observar, analizar y vivir plenamente, pero sobre todo, disfrutar.” (p. 14) Es este el pilar, además, en que se sostiene la primera de las críticas: el hombre en sociedad como corruptor de los espacios que la tierra brinda, estatus que alcanza en su anhelo de apropiación y vulneración de un todo que lo antecede.

Atendiendo a estos ejes, el presente trabajo pretenderá abordar el posible carácter político de la obra, tomando como punto de partida lo que denominaremos el episodio de los cinco jinetes y el refugio vandalizado: la crítica al factor humano en tanto se manifiesta como antepuesto a la naturaleza e, incluso, a la propia subsistencia de sus iguales desde una perspectiva de género.

Hombre/ naturaleza y hombre/mujer: el episodio del refugio y los cinco jinetes.

En El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea de Arturo Escobar, figura la siguiente cita de Chantal Mouffe: “(…) lo político ‘debe ser concebido como una dimensión inherente a toda sociedad humana determinando nuestra condición ontológica’” (Mouffe, Chantal (1993). The Return of the Politica!, citado en Escobar, Arturo (2016). “Sentipensar con la tierra: Las Luchas Territoriales y la Dimensión Ontológica de las Epistemologías del Sur”, Revista de Antropología Iberoamericana, Vol 11, Nro 1, p. 279.). 

El presente texto de Bollo es, aunque íntimo y personalista, profundamente político y situado. Es en la búsqueda de esa perspectiva que abordaremos, a modo de ejemplo, uno de los pasajes más significativos en lo que respecta a la crítica planteada por la autora.

Ubicado en el primero de los capítulos, el apartado “Por el interior de la isla” relata uno de los momentos de mayor tensión de la obra. Luego de haber sufrido días de intensa necesidad alimenticia – “somos necesidades” afirma Bollo en más de una oportunidad- y haberse puesto “a salvo” en el seno de un hogar que le brindó el confort indispensable para su supervivencia, Bollo narra la particularidad de un encuentro en el medio de la nada, a kilómetros de cualquier lugar habitado:

En medio de un bosque de árboles como agujas en un lugar en donde no es muy común encontrar personas, divisé a una distancia de unos cincuenta metros a cinco caballos, cinco caballos con sus jinetes. Como era de esperar primero me detectaron los perros que venían con ellos. Absolutamente todos quedamos inmóviles por un momento eterno. La situación fue para mí como una pintura o una fotografía, porque quedó congelada. (p. 35)

Profundamente violento, el episodio inmoviliza a Perla que se dirigía al encuentro de un refugio para pasar la noche. Signado por el silencio y la total indiferencia, el momento transcurre rápidamente, aunque deja en ella una sensación de total inseguridad. Además de distorsionar por completo su tranquilidad, también perturba su idea de descanso: el objetivo, que era llegar a un lugar seguro, se ve interrumpido por el incesante miedo al retorno de los jinetes. Ya habiendo ingresado a la  construcción que la acogería de las inclemencias del tiempo, se encuentra con otra situación apremiante: el refugio ha sido vandalizado en varias formas.

Partiendo de estos episodios continuos –el refugio vulnerado y los cinco jinetes - será analizado el alcance político –en tanto discursivamente posicionado– del texto en el entendido de que, aunque argumentalmente sean disímiles, proponen un trasfondo único: es el hombre, en su actitud destructiva e impía, un factor que genera opresiones de diversa índole; hombre/naturaleza y hombre/mujer como conceptos antitéticos.

Homo homini lupus: apropiación o arrebato.

Resulta acertada la visión crítica de Escobar cuando plantea que “El hecho de que la naturaleza haya llegado a ser pensada de manera separada de la gente y producida a través del trabajo, por ejemplo, está relacionado con la visión de "hombre" producida por el capitalismo y la modernidad.” (Escobar, Arturo. (1999) El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea. Santafé de Bogotá: CEREC, p. 274.) Múltiples son los momentos en que el texto alude al aspecto destructivo de la injerencia del ser humano en un entorno natural. En su lucha contra el gen gregario, Perla evidencia una clara evolución en cuanto a lo que al alejamiento de la vida en sociedad refiere. Al inicio de su viaje suele hacer énfasis en el modo en el que resulta o no exitoso su intercambio con el medio: cuándo llueve, cuándo tiene frío, cuándo las inclemencias del tiempo le permiten o no continuar con su camino. Sin embargo, con el correr de los días y las necesidades básicas insatisfechas en incremento, sus preocupaciones se alejan de lo turístico e indagan mayormente en la idea fundamental de supervivencia; el hambre atroz y el congelamiento se alojan en su cuerpo para otorgar evidencias físicas y concretas a la complejidad del viaje. A nivel discursivo puede notarse, además, un cambio brusco en la nominación de los apartados de texto, que en el inicio señalan locaciones determinadas, para luego señalar las inconveniencias sufridas. El primero de ellos, titulado “El aislamiento y el hambre” esboza una terrible situación que roza la miseria resultante de días y noches a la intemperie y sin alimento, que culmina con el esperado encuentro de un hogar en el que recuperarse. Sin embargo, el encuentro con las comodidades y el confort, le provoca – una vez recuperada físicamente- rechazo y deseo por volver al exterior: “Frente al televisor, como lo que me pareció una actitud de veneración, cinco personas sentadas en casi un semicírculo lo observaban y yo las miraba intentando entender y esperando que mi cuerpo y mi mente encontraran nuevamente la conexión. Extrañaba el silencio, el aire fresco, los espacios abiertos inmensos, la luz de la luna, el frío, el sonido de la lluvia en el techo de nuestra carpa… la soledad.” (p. 32)

Este episodio concreta ideas que se han manifestado separadamente en apartados previos, y sintetiza lo que luego se enfatizará en el episodio de los cinco jinetes y el refugio vandalizado. Descritas de forma muy detallada, las sensaciones de Perla se establecen como un clímax, el punto más alto de cumplimiento de su objetivo en que logra que la sensación de misantropía – concepto que define propiamente en el texto– le permita el mayor grado de alejamiento, pero también de apropiación del entorno. Es este el momento en que ella, efectivamente, es isla.

Antecedido por estos sucesos, el encuentro con el refugio vandalizado se presenta de la siguiente forma:

Por culpa de este desconsiderado que quemó lo que encontró delante de sus ojos por no salir a buscar leña, tuve que dejar mis cosas en el piso de madera, que por suerte no quemaron también, pero que estaba muy sucio. Y cuando digo sucio quiero aclarar que la suciedad para mí no está relacionada con el agua y la tierra que forman el barro, ni con la tierra misma. Muy al contrario para mí la tierra y el barro son algo natural y no tengo ningún problema en pisar, hundirme o tocarlos. Pero aquí el piso estaba sucio. (p. 37)

En este fragmento de texto, todo contacto humano es dañino. El hombre impone ante una realidad circundante, ajena, exuberante, su forma violenta de ocupación, imprimiendo su sello de propiedad. En el terreno de lo idílico, para la conservación de los espacios, todos los elementos que conforman a la tierra, sus recursos y la totalidad del paisaje natural de Tierra del Fuego, necesariamente se presentan como inalienables. El refugio, como construcción destinada al uso comunitario, también posee intrínsecamente esa característica. Ambos escapan a la noción capitalista de la pertenencia, confrontando directamente a la forma occidental de percibir al mundo de manera homogénea y demostrando que no todo puede resumirse a la lógica de funcionamiento imperialista, de la explotación y el uso masivo; “(…) un orden cultural en el cual estamos condenados eternamente a trabajar bajo la ley férrea de la escasez, un orden cultural que se remonta a la separación entre la naturaleza y la sociedad con particular virulencia” (id., p. 287.) Las actitudes humanas en Soy isla ejemplifican a lo que Escobar refiere como Mundo Mundial (concepto que toma de John Law en What´s Wrong with a One-World World. Heterogeneitie. 2011.),  u ontología que desconoce otras formas de percibir, de ser o estar en el mundo.

(…) esta crisis es la crisis de un mundo específico o de una serie de prácticas de hacer mundo; el mundo al que generalmente nos referimos es la forma dominante de la euromodernidad (capitalista, racionalista, liberal, secular, patriarcal, blanca o como cada uno la denomine). (…) es decir, un mundo que supuestamente encierra una sola Palabra y que se ha apoderado del derecho a ser en el Mundo.(Escobar, Arturo. (2016) “Sentipensar con la tierra: Las Luchas Territoriales y la Dimensión Ontológica de las Epistemologías del Sur” Revista de Antropología Iberoamericana, Vol 11, Nro 1.)

Dentro de la lucha inicial de Bollo, explicitada como fundamento en su necesidad de distanciamiento, encontrarse con espacios vandalizados vulnera un entorno que ya la es propio –en tanto que lo ha aprehendido– y funciona como elemento recordatorio de todo a lo que escapa, no únicamente por el afán destructor sino, principalmente, porque es el hombre el que se muestra como principal enemigo del hombre –o la mujer– y, a pesar de las hostilidades que el territorio en sus irregularidades ha revelado, es la naturaleza la que funciona como principal abrigo: “El hombre estuvo pero se ha ido. El hombre no lo ha logrado. ¿Población? Cero. La naturaleza ha ganado” (p. 29)

Supervivencia en el territorio: lo concreto del contexto ante lo ontológico de ser mujer.

Ya desde el prólogo, Darío Urruty establece la siguiente apreciación que resulta muy certera:

Saboreé cada uno de los relatos de una mujer joven, caminando sola o casi, en tierras idealmente pobladas por escasos hombres bravos, o —en realidad—en tierras donde no vive nadie, ni siquiera hombres bravos. En ese escenario, cualquiera de nosotros se sentiría “solo”. Pero en el caso de Perla, estuvo “sola”, que no es lo mismo; dicho esto con gran respeto al principio de igualdad de género. Pero no es lo mismo solo, que sola. Al menos, no es lo mismo acá (p. 5)

¿Qué implicancia tiene el género ante la decisión específica de emprender un viaje por tierras desconocidas? En el texto que nos ocupa, varias son las alusiones a que el género afectó sensiblemente las condiciones del viaje de Perla Bollo a través de Tierra del Fuego, partiendo ya desde una aclaración no menor en el propio título de la obra: Una mujer caminando la Tierra del Fuego. Desde las palabras de la autora: “Ser mujer, por más que pasen los años seguirá siendo el adjetivo calificativo que marca una real diferencia, y para algunas mujeres, un gran inconveniente” (p. 13).

Sherry Ortner (Ortner, Sherry. (1979) “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?” en Antropología y feminismo. Barcelona, Anagrama), indagó al respecto de los posibles vínculos a establecer entre la mujer y la naturaleza ante la cultura patriarcal. En su estudio, la autora busca los fundamentos y explicaciones ante su afirmación fehacientemente de que es posible otorgar el carácter de universalidad a la subordinación femenina, es decir, que no existe cultura ni organización social en la que no se coloque a la mujer en un estrato inferior con relación al varón en mayor o menor medida. En el episodio de los cinco jinetes, esto adquiere especial relevancia.

Al comienzo del apartado - “Por el interior de la isla” - se destaca la sensación de soledad “Nadie. Nadie. Nadie” (p. 35), aspecto que sirve de contraste a la experiencia a vivir a continuación. El primer párrafo, a modo de introducción, enumera los kilómetros caminados y las infinitas posibilidades de que algo ocurra. En primer lugar, cabe destacar que la narradora introduce al factor humano como un elemento irruptor. La descripción del evento, los cinco hombres propiamente dichos, no son esbozados sino hasta un tercer grado de nominación: algo extraño, cinco caballos, cinco caballos con sus jinetes. La primera de estas nominaciones evidencia al suceso como lo que es, un elemento que perturba la solemnidad y uniformidad/diversidad de la naturaleza; la segunda pretende ir por el mismo camino anteponiendo el término referente al animal antes que al humano, signándolo de tal forma que aquellos hombres nunca son mencionados como tales sino como la actividad que realizan en contacto con el factor menos transgresor, que es el caballo: antes que hombres son jinetes que acompañan al animal. Ver algo extraño, ver caballos, ver caballos con jinetes.

Ante el encuentro, la narradora sabe que cabría lugar al enfrentamiento, y el choque representa, también para estos hombres, un momento casi agónico: giran hacia el otro lado evitando mostrar el rostro, a excepción de uno, que la interpela de forma más evidente.

En esos segundos mi mente se disparó pensando en la decisión que tomaría. ¿Enfrentarlos? ¿Hablarles? Mientras analizaba qué pensarían ellos al ver a una mujer sola en ese lugar, tomé la iniciativa y comencé a avanzar, con la firme actitud de no dramatizar el encuentro, haciéndolo lo más natural posible. Pero al hacer esto, los cinco jinetes se pusieron de espaldas a mí, haciendo girar los caballos y cubriéndose la cara. Esta actitud me sorprendió mucho más que haberlos encontrado, mucho más que encontrarme sola a quince kilómetros de la ciudad. Pero como no tenía alternativas, continúe caminando. Estaba tan lejos, que volverme o continuar significaba lo mismo, tenía cuatro horas a pie para llegar al lugar desde donde había partido. Nadie habló, nadie se movió. Yo no los miré, pero mi curiosidad me jugó una mala pasada. Giré lentamente la cabeza y vi que uno de ellos me estaba mirando. (p. 35)

Nada de su presencia podría resultar amigable y se torna necesario en el relato aclarar: no son solo cinco hombres, sino que lo son ante una mujer que viaja en soledad, apartada de lo conocido. ¿Es este peligro comparable al que sufriría un hombre que viajase en las mismas condiciones? O a la inversa ¿Cómo se presentaría al episodio si el encuentro se hubiere dado con cinco jinetes mujeres, o simplemente mixto? Estas interrogantes son aplicables a infinidad de situaciones en que este esquema se repita; no son exclusivas al encuentro narrado tanto como no son escasos los momentos en los que una mujer cualquiera, en un contexto cualquiera, pudo y puede sentirse vulnerada ante un posible encuentro violento. Rodeada de gente en la ciudad o irremediablemente sola en el medio de la nada, un acontecimiento de estas características solo se salva en la posibilidad de volver a casa, alternativa de la que muchas carecen. Para Perla, el refugio al que se dirige es volver a esa casa, el hallazgo de lo conocido, del lugar en el que la soledad no simboliza un peligro inminente. El encuentro con los jinetes, sin embargo, violenta al espacio seguro difuminando sus cuatro paredes, sus ventanas, su techo, tan endebles como estar a la intemperie, tornándose imprescindible el constante estado de alerta. Tal es el poder del miedo, tal es la fatalidad ocasional de ser mujer.

De las múltiples opresiones y la búsqueda de un abordaje integrador: una conclusión

A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre en sociedad ha procurado dominar a su entorno. Así, en mayor o menor grado de evolución o progreso, el diálogo con el mismo ha sido signado como una oposición a la cultura, fundamentalmente en lo que respecta a la cultura occidental globalizada. En su vínculo con la naturaleza, el hombre depositó todas las formas de opresión posibles a otras maneras de concebir el ser o estar en el mundo, mercantilizando los elementos que la tierra brinda y convirtiéndolos en otro objeto de explotación. A su vez, la opresión patriarcal es directamente proporcional a esto.

Basándose en los presupuestos teóricos de Vandana Shiva, Helena Katherina Nogales aborda en su artículo “Colonialidad de la naturaleza y de la mujer frente a un planeta que se agota” la forma en que el pensamiento occidental ha elaborado mecanismos de control específicos creando una otredad frente a la que se erige como superior. Así establece que “Culturalmente, el hombre ha expropiado todas las cualidades existentes en ese otro y las ha transformado como elementos exclusivos a él, al tiempo que ha reducido a recursos tanto a la naturaleza como a las mujeres”. (Nogales, H. (2018) “Colonialidad de la naturaleza y de la mujer frente a un planeta que se agota” En Ecología Política. Online: https://www.ecologiapolitica.info/?p=10128, p. 12) Por otra parte, Sherry Ortner encuentra que los fundamentos a esta opresión múltiple, la lógica de la universal subordinación de la mujer y la naturaleza, radica en que a esta última siempre se la ha entendido al servicio del hombre y sus intereses, y a ambas partes se las asocia debido a las facultades reproductivas que se erigen como característica fundamental de la mujer en el entendido social. (Op. cit., p. 6.) Aunque la oposición naturaleza/cultura se presente, en algunas sociedades, de forma menos extrema, en mayor o menor medida todas las culturas han buscado regular a la naturaleza, de modo que podría entenderse también como un universal, al igual que la subyugación de la mujer frente al dominio patriarcal. Se torna imprescindible que, tanto las luchas territoriales desde lo popular como la lectura academicista en el estudio de los campos sociales, logren unificar a las opresiones en la identificación de un común denominador.

En el texto de Perla Bollo, estas diversas formas de la opresión que caracterizan a la cultura oficial se ven expresadas como impedimentos a la realización de una emancipación que es, en un inicio, personal,  pero que trasciende hacia la pluralidad partiendo desde una lectura conscientemente política del texto. Evitar que la lectura no se reduzca a la pasividad de la recepción irreflexiva, es tarea de quienes nos encontramos en el frente externo a las páginas que nos invitan a recorrer la Tierra del Fuego desde una óptica posicionada.


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*Profesora de Literatura (IPA)

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Bibliografía

Bollo, Perla (2018). Soy isla. Una mujer caminando la Tierra del Fuego.2da Ed. Villa Dolores: Indie. Libro digital.

Escobar, Arturo (2016). “Sentipensar con la tierra: Las Luchas Territoriales y la Dimensión Ontológica de las Episte-mologías del Sur” Revista de Antro-pología Iberoamericana, Vol 11, Nro 1

._____________ (1999). El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea. Santafé de Bogotá: 

CEREC.Nogales, H. (2018). “Colonialidad de la naturaleza y de la mujer frente a un planeta que se agota” En Ecología Política. Online: https://www.ecologiapolitica.info/?p=10128Ortner, 

Sherry (1979). “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?” en Antropología y feminismo. Barcelona, Anagrama, 1979.

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